JIMI ORTIZ
La venganza de Lula
Nadie entendía por qué Lula se colgaba una guirnalda de coca y
llenaba de elogios a Evo Morales aquel junio del 2009 en el Chapare,
después de todo lo que le hizo el presidente boliviano con la
nacionalización de los hidrocarburos y la humillación a Petrobras,
acciones que provocaron ira en Brasil y que le costaron serias críticas a
Luiz Inácio, por su postura contemplativa y excesivamente tolerante con
su colega, quien luego trató de disculparse llamándolo "hermano mayor".
"Evo é o Mandela boliviano" le decía aquella vez Lula en un tono
abrumadoramente adulador. Evo parecía tocar el cielo con las manos. Nada
menos que uno de los líderes más notables del mundo lo llenaba de
flores, algo que para una mentalidad tan ególatra tiene efectos
obnubilantes.
¿Qué le pidió Lula a Evo a cambio de todos esos piropos y, por
supuesto, de haberle perdonado el haber sacado a patadas a Petrobras, la
niña mimada de los brasileños? En esa ocasión, fue oleado y
sacramentado el proyecto de construcción de la carretera Villa
Tunari-San Ignacio de Moxos, lo que en otras palabras, ha implicado que
Evo Morales se pelee con los originarios del oriente boliviano, destruya
totalmente su discurso indigenista y, por último, sepulte para siempre
su imagen de líder ecologista mundial, protector de la madre tierra.
Encima se ganó el mote de "cómplice del narcotráfico", que le propinó el
candidato a presidente de Brasil, José Serra, quien bautizó a esa
carretera como la "autopista de la droga". Ese calificativo marcó el
inicio del debate internacional sobre las implicaciones del Gobierno
boliviano con el narcotráfico, una discusión que ha sido alimentada
profusamente por los brasileños, que posteriormente terminaron
presionando al Estado Plurinacional para que firme un pacto antidrogas
con la DEA. Obviamente, todo esto tuvo su soporte concreto y
determinante en el caso del narco-general René Sanabria.
La polémica carretera es vital para los brasileños, no así para los
bolivianos, cuyas prioridades de integración requieren de otros
corredores de exportación. La ruta por el Tipnis ayudará a los grandes
terratenientes, productores de soya del centro oeste de Brasil a
conectarse con los puertos del Pacífico para llegar a los mercados de
Asia. Se trata de una interconexión bioceánica largamente ansiada por
las dos potencias sudamericanas Brasil y Chile y que colocará a Bolivia
como un simple articulador, con pocas posibilidades de desarrollar sus
potencialidades, salvo claro, la de ayudar a expandir los cultivos de
coca, el único beneficio visible que surge de esta obra por la que tanto
insiste el presidente Morales.
En teoría, el reciente viaje de Lula da Silva a Santa Cruz tenía el
objetivo de aplacar los ánimos en contra de los indígenas. Esa es una
versión muy complaciente con el exmandatario que surgió en los medios
brasileños. En los hechos, ha quedado demostrado que Lula llegó para
ajustarle las clavijas al presidente Morales, quien a partir de su
encuentro con su "hermano mayor", subió el tono de su discurso y pateó
definitivamente el tablero de las negociaciones con los originarios, a
quienes les ha vuelto a espetar que la carretera se construirá "sí o sí"
y por la única dirección que han diseñado los ingenieros de la empresa
brasileña encargada de la obra y que pagó el viaje de Lula a Santa Cruz.
La intervención del líder extranjero ha demostrado el tamaño de la
subordinación del Gobierno a intereses externos, un problema que también
toca a otros aspectos como el gas. Hoy en día, los más beneficiados por
el gas boliviano son los brasileños precisamente, al punto que están
primero que los consumidores locales.
A partir de su encuentro con Lula, el presidente Evo subió el
tono de su discurso y volvió a espetar a los originarios que la
carretera se construirá 'sí o sí' y por la única dirección que diseñó la
empresa OAS. Un fraterno Saludo Jimmy Ortiz Sauced
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